En el transcurso de la humanidad, el ser humano ha hecho uso de los recursos que lo rodean, con ello ha plasmado su cosmovisión y ha trazado su historia; al mismo tiempo, la naturaleza le ha ofrecido la estructura suficiente y necesaria para establecerse e integrarse como sociedad. Si bien, el uso de la botánica, y específicamente la etnobotánica como parte de la configuración social, tienen sus orígenes en la prehistoria, la etnofarmacología es un concepto surgido apenas en la década del 60, en el ámbito de las drogas psicoactivas. Como ciencia, la etnofarmacología, es interdisciplinaria, al mismo tiempo, se sirve de la observación rigurosa en campo, y del abordaje experimental. En campo, el conocimiento y uso dado a las plantas por las comunidades, es la primera evidencia del potencial farmacológico; mientras que, en el laboratorio, la identificación de los de los compuestos activos de la planta, así como los estudios farmacológicos en sus diferentes fases constituyen la base de la etnofarmacología. En este contexto, la etnobotánica y la etnofarmacología son una ciencia prometedora, al desempeñar un papel clave, como mediadora del diálogo entre diferentes disciplinas académicas y conocimientos tradicionales, con potencial para la identificación de agentes terapéuticos para el tratamiento de enfermedades con alta prevalencia entre la población. Sin embargo, su uso a partir de los productos naturales, depende de un sutil equilibrio, para ellos se hace necesario conocer las estrategias de regulación y patentabilidad.